Lo peor de haber sacado un libro es tener que venderme
He soñado con ser escritora toda mi vida.
Más bien, he soñado con no ser olvidada, y eso implica escribir. Siempre he pensado que tengo muchas cosas que decir, y a la vez he sentido que mi punto de vista no es más que otro. Sin embargo, lo que escribo lleva mucho tiempo esperando ser escrito, y no en relación a la inspiración, sino al hecho de la necesidad. Necesidad de expresar lo que llevo dentro antes de que ello me lleve a mí. Y así empezaron a nacer mis versos. Pero luego de tener unos cuantos pensé: ¿y ahora qué hago con tantos? No pensé en publicarlos, ni siquiera dejé que fueran leídos.
El año pasado, por fechas navideñas, bajé una tarde a ver a mi abuela Fela y pensé en qué posibles propósitos de año nuevo tendría ella si no estuviera cargando con los veinte años de Alzheimer en aquella cama. Abuela ya no hablaba, pero seguía apretando las manos con fuerza. Sé que en ese apretón me dijo que publicara mis poemas. Así que llegué a casa y escribí mi lista de propósitos para el 2025: leer más, terminar el máster, comer mejor, publicar mi primer libro.
A principios de enero, Talón de Aquiles estaba buscando manuscritos para publicar. Organicé los míos, los más suaves, y los "no tan íntimos" y los envié. Y ahora están en librerías y llevan el nombre de mi Fela en la dedicatoria.
Saltar desde el balcón, porque al abismo del amor se llega saltando. Porque soy joven e inexperta (características fundamentales de esta generación en la sociedad actual), y sin miramientos siempre salto al vacío cuando me enamoro, aunque sepa que en la caída me puedo matar. Ya lo dije en el prólogo:
"[...] es un recorrido a través de mis vivencias, un homenaje a las alturas vertiginosas y a las profundidades desgarradoras. [...] Es una exploración de las contradicciones del amor, su dulzura y su veneno, la capacidad que tiene de elevarnos y destrozarnos al mismo tiempo.
Hasta ahí bien: he cumplido un sueño. Soy poeta, soy autora publicada.
¿Y ahora?
A venderse. Qué palabra más fea esa de tener que venderme para que mi poesía coja forma y se transforme y llegue. Me toca publicitarme como si mi arte fuera una especie de producto, como si yo misma fuera un objeto y mis versos no fueran de mi propia entraña. Me toca encasillar mi poesía para poder conseguir un público que quiera comprarla, y leerla, aún sin sentirla.
Yo no quiero vender mi poesía. Yo quiero que mi poesía llene.
Y entonces pensé en el talento. En esta sociedad rodada, tan líquida y tan veloz, ¿vale realmente la pena ser talentoso? Sin entrar en detalles de qué es el talento, de si somos realmente talentosos, y de quién dicta el que algo lo sea o no. ¿Escribimos para vender? ¿Vendemos porque somos talentosos o porque tenemos suerte? Y así nació el siguiente poema:
Irene Rodríguez Afonso, 2025
No sé qué ocurrirá con Saltar desde el balcón. No sé si llegará lejos. Voy a intentar venderme, lo mejor que pueda, para que él perdure y no muera. Y sigan saliendo ejemplares, y copias, y la gente me lea. Mi poemario es breve, es cortito, pero es el primero. Tengo muchas más cosas que decir, muchas más cosas que tratar, y no quisiera encasillarme en algo tan pronto.
Pero quiero llegar.
Enlaces para comprar mi libro en algunas librerías:
- Librería el Duende: https://www.libreriaelduende.es/es/libro/saltar-desde-el-balcon_B3G0160028
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